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jueves, 4 de octubre de 2012

ROMANCES: DEL CONDE NIÑO Y LA PRINCESA CELINDA


ROMANCE DEL CONDE NIÑO


Conde Niño por amores
es niño y pasó a la mar
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras su caballo bebe,
él canta dulce cantar :
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está :
- levantáos Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar,
- No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el Conde Niño
que por mi quiere finar.
- Si por tus amores pena,
¡oh, mal haya su cantar!
y porque nunca los goce,
yo le mandaré matar.
- Si le manda matar madre,
juntos nos han de enterrar.
El murió a la medianoche,
ella a los gallos cantar ;
a ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar ;
a él, como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació una rosal blanco,
de él nació un espino albar ;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.
La reina llena de envidia
ambos los mandó cortar ;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.



ROMANCE DE LA PRINCESA CELINDA


"En el minuto 3:35 comienza el cante"

Por las puertas de Celinda
galan se pasea Zaide, 
       Aguardando que saliera

Celinda para hablarle. 
       Salió Celinda al balcón

más hermosa que no sale 
       la luna en escura noche

y el sol entre tempestades. 
       —Buenos días tengáis mora.

—A tí, moro, Alá te guarde. 
       —Escucha, Celinda, atenta,

si es que quieres escucharme. 
       ¿Es verdad lo que le han dicho

tus criados a mi paje, 
       que con otro hablar pretendes

y que a mí quieres dejarme, 
       por un turco mal nacido,

de las tierras de tu padre? 
       No quieras tener oculto

lo que tan claro se sabe. 
      -  ¿Te acuerdas cómo dijiste

en el jardín la otra tarde 
       «tuya soy, tuya seré,

y tuya es mi vida, Zaide?» 
       De verse reconvenida

la mora en enojos arde, 
       y cerrando su balcón

al turco deja en la calle. 
       El galan soberbecido

pisotea su turbante, 
       y con rabiosas fatigas

ha cantado estos cantares: 
       —«¿Quieres que vaya a Jerez,

por ser tierra de valientes, 
       y te traiga la cabeza

del moro llamado Hamete? 
       ¿Quieres que me vaya al mar

y las olas atropelle? 
       ¿Quieres que me suba al cielo

y las estrellas te cuente, 
       y te ponga a tí en la mano

aquella más reluciente?» 
       La estrella sale de Venus

al tiempo que el sol se pone, 
       y la enemiga del día

su negro manto descoge. 

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