ROMANCE DEL CONDE NIÑO
Conde Niño por amores
es niño y pasó a la mar
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras su caballo bebe,
él canta dulce cantar :
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está :
- levantáos Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar,
- No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el Conde Niño
que por mi quiere finar.
- Si por tus amores pena,
¡oh, mal haya su cantar!
y porque nunca los goce,
yo le mandaré matar.
- Si le manda matar madre,
juntos nos han de enterrar.
El murió a la medianoche,
ella a los gallos cantar ;
a ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar ;
a él, como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació una rosal blanco,
de él nació un espino albar ;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.
La reina llena de envidia
ambos los mandó cortar ;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.
ROMANCE DE LA PRINCESA CELINDA
"En el minuto 3:35 comienza el cante"
Por las puertas de Celinda
galan se pasea Zaide,
Aguardando que saliera
Celinda para hablarle.
Salió Celinda al balcón
más hermosa que no sale
la luna en escura noche
y el sol entre tempestades.
—Buenos días tengáis mora.
—A tí, moro, Alá te guarde.
—Escucha, Celinda, atenta,
si es que quieres escucharme.
¿Es verdad lo que le han dicho
tus criados a mi paje,
que con otro hablar pretendes
y que a mí quieres dejarme,
por un turco mal nacido,
de las tierras de tu padre?
No quieras tener oculto
lo que tan claro se sabe.
- ¿Te acuerdas cómo dijiste
en el jardín la otra tarde
«tuya soy, tuya seré,
y tuya es mi vida, Zaide?»
De verse reconvenida
la mora en enojos arde,
y cerrando su balcón
al turco deja en la calle.
El galan soberbecido
pisotea su turbante,
y con rabiosas fatigas
ha cantado estos cantares:
—«¿Quieres que vaya a Jerez,
por ser tierra de valientes,
y te traiga la cabeza
del moro llamado Hamete?
¿Quieres que me vaya al mar
y las olas atropelle?
¿Quieres que me suba al cielo
y las estrellas te cuente,
y te ponga a tí en la mano
aquella más reluciente?»
La estrella sale de Venus
al tiempo que el sol se pone,
y la enemiga del día
su negro manto descoge.
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras su caballo bebe,
él canta dulce cantar :
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está :
- levantáos Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar,
- No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el Conde Niño
que por mi quiere finar.
- Si por tus amores pena,
¡oh, mal haya su cantar!
y porque nunca los goce,
yo le mandaré matar.
- Si le manda matar madre,
juntos nos han de enterrar.
El murió a la medianoche,
ella a los gallos cantar ;
a ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar ;
a él, como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació una rosal blanco,
de él nació un espino albar ;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.
La reina llena de envidia
ambos los mandó cortar ;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.
ROMANCE DE LA PRINCESA CELINDA
Por las puertas de Celinda
galan se pasea Zaide,
Aguardando que saliera
Celinda para hablarle.
Salió Celinda al balcón
más hermosa que no sale
la luna en escura noche
y el sol entre tempestades.
—Buenos días tengáis mora.
—A tí, moro, Alá te guarde.
—Escucha, Celinda, atenta,
si es que quieres escucharme.
¿Es verdad lo que le han dicho
tus criados a mi paje,
que con otro hablar pretendes
y que a mí quieres dejarme,
por un turco mal nacido,
de las tierras de tu padre?
No quieras tener oculto
lo que tan claro se sabe.
- ¿Te acuerdas cómo dijiste
en el jardín la otra tarde
«tuya soy, tuya seré,
y tuya es mi vida, Zaide?»
De verse reconvenida
la mora en enojos arde,
y cerrando su balcón
al turco deja en la calle.
El galan soberbecido
pisotea su turbante,
y con rabiosas fatigas
ha cantado estos cantares:
—«¿Quieres que vaya a Jerez,
por ser tierra de valientes,
y te traiga la cabeza
del moro llamado Hamete?
¿Quieres que me vaya al mar
y las olas atropelle?
¿Quieres que me suba al cielo
y las estrellas te cuente,
y te ponga a tí en la mano
aquella más reluciente?»
La estrella sale de Venus
al tiempo que el sol se pone,
y la enemiga del día
su negro manto descoge.
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